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Hace mucho que no te escribo. Tal vez es el silencio en mi cabeza, ese no saber dónde pisan
tus pasos, la ignorancia. Hace tiempo que ni siquiera intento el verso, el que pasaba de mi
boca a tu boca, de mi piel a tu lengua, el que recogía tu sexo de mis entrañas. El tiempo es
tan lineal, tan vacío, impoluto de tu imagen. El tiempo hizo estragos en la memoria. Ya no
me queda nada de aquello que me llenaba las manos y, de liviana, parece que levito. Soy un
cuerpo sin pasado. ¿Esto buscábamos? De haberlo sabido, habría hecho trampa. Algo así
como esconderme un pedazo de tu orgullo en la cartera y comérmelo a bocados limpios y a
escondidas. Pero a cambio he gozado la libertad y "gozar" no está de casualidad. Aunque,
casual es ahora todo lo que toco y el presente es un incierto que transito, paso a paso,
cuerpo a cuerpo. Vengo a servirme lo que es mío, como un plato con sobras que atesoro en
la heladera y la comida se me burla en la cara y el sabor, acorralado, se escapa entre mis
dientes.
¿Quién va a apagar la lámpara de noche ahora que la cama es solo la forma en la que separo
los días? ¿Quién va a cuidar de mi sueño?
Aprendí a impulsarme sola con la hamaca, a calcular cuánta fruta hace un licuado, a buscar
luz aun en lo oscuro, a apagar el ardor que me sube, a mirar a ambos lados en las esquinas;
a despertar y levantarme, aunque no haya una luz prendida ni olor a pan caliente; a
dormirme abrazada a una almohada, a viajar sin compartir la valija, a poder con las tardes
silenciosas y olvidadas. Ahora duermo la siesta para exprimir las noches en las que no me
vuelvo enredadera sobre tus piernas. La casa se ha vuelto un espejo dentro de otro, un túnel
por el que me muevo somnolienta, no alcanza ni el color ni los adornos, para llenar todo el
espacio que me resta.
Nunca me costó tanto descifrar si es que falta o es que sobra. Solo entiendo que algo se
desborda: o de actividad o de vacío. Hacer y dejar de hacer se vuelven lo mismo. Si te pienso
en la ausencia no te acerco ni te saco, la nostalgia es como un nuevo plano de existencia. Ni
pasado ni presente ni futuro, la nostalgia es otro tiempo al que me he comedido a llamar:
tiempo perdido.